Libertad en lo esquivo
El cuerpo entero le ardía, como si estuviera en llamas. Nadie más las veía, ni siquiera él, pero las sentía. Eran pequeños fuegos que se extendían en todas partes; cabeza, cuello, brazos, torso, piernas. No eran dolorosos sino más bien molestos. Le causaban comezón. Tomó una botella de agua, se levantó del banco y se roció el rostro. Quienes pasaban le regalaban todo tipo de miradas; de sospecha, curiosidad, lástima, asombro, asco. Un nuevo loco en las calles. Ellos eran los normales y él, un error del sistema. Eso a él no le importaba, tenía calor y deseaba rascarse el cuerpo entero. El sol de verano de Berlín no era abrasador como el de Asunción. Ahí sí quemaba y causaba una sensación de ahogo; una mezcla de humedad del aire y los sudores de uno sumado al del resto. El sol de Berlín era amigo, acariciaba. Pero a él no, al menos no en ese momento.
Con el pelo mojado y la camisa empapada, se sintió aliviado un breve instante. Se terminó de aflojar la corbata. Había olvidado cómo había llegado ahí o hacia dónde se dirigía. Su saco y maletín se encontraban a un lado, confiados. Nadie tomaría lo que no le perteneciera. Aunque a él eso le daba igual. Solo le importaba el alivio que sentía y el chocolate que tenía en la mano. Su concentración se cerró en ese trozo crujiente que había aparecido de la nada, tal vez entregado por alguien movido por la compasión. Después de todo, se veía demasiado flaco y la humedad delataba sus costillas. Comía y conversaba. Nadie entendía lo que decía, ni siquiera él, pero respondía a ciertas voces que habían surgido por ahí. No sabía dónde las había escuchado pero le eran familiares. Tal vez eran de sus hermanas, su madre. ¿Una hija?
Una niña surgió en medio de la nebulosa de sus recuerdos. Ojos pardos, similares a los suyos, lejos, muy lejos de él, quizá en otro continente. El chocolate se acabó luego de pocos mordiscos y en su lugar, apareció un cigarrillo. Un cilindro de papel recién envuelto, con hierbas que él no había armado. Un obsequio más de algún alma caritativa. Los detalles del contacto con sus dedos eran interesantes y lo asombraban. Rio con las voces. Ay, ellas y sus ideas.
El calor lo invadió de nuevo. Sus zapatos desaparecieron. Su camisa estaba ya completamente desabotonada. Más carcajadas. Alguien propuso que se librara también de los pantalones. Se los desabrochó sin más y se los sacudió de encima para luego empaparse nuevamente con agua. Completamente desnudo, se relajó lo suficiente como para encender el cigarrillo y continuar su conversación con nadie en particular.
Tal espectáculo llamó la atención. Algunos lo fotografiaron, otros sonrieron y el resto solo continuó su camino, sin siquiera una mirada furtiva. Acostumbrados a lo grotesco, no se inmutaban más ante tales panoramas. La jungla de asfalto había endurecido sus miradas. Cada uno iba sumergido en su propio mundo, sus propios problemas. Todos se sentían solos, pero nadie estaba dispuesto a romper con tal status quo. Excepto él, a quien el delirio lo acababa de salvar de una muerte segura, la misma que había secuestrado ya a quienes pasaban a su lado. Todos ellos formaban parte de ese gran mausoleo. Corazones que palpitaban dentro de un cadáver. Buenas intenciones ahogadas por el estrés, la avaricia, las muchas ambiciones.
Él ya no formaba parte de la realidad que el resto vivía. Tal vez se recuperaría más adelante. Tal vez no. Su mente había sucumbido a la presión y el instinto de supervivencia había tomado el mando. Vivir fuera de la realidad era mejor que morir dentro de ella.
Desnudo y completamente empapado, finalmente había vencido a la comezón. Sentado en ese banco de la esquina de Schonhauseralle, él disfrutaba del sol y su calor, del viento fresco que siempre recorría esas calles, de estar en paz consigo mismo y de conversar con quienes había amado alguna vez y a quienes, en esa nueva realidad, no volvería a perder.
En algún edificio del otro lado de la ciudad, alguien se preguntaba dónde diablos se encontraba el nuevo de la oficina, y por qué diantres había desaparecido justo horas antes de una reunión tan importante.